Por la Redacción de NOTRíCIAS
─ Los españoles llevaron los adoquines que cubren las calles de nuestro semihomólogo en la dimensión paralela, el Viejo San Juan. Aquellos adoquines servían de contrapeso a los barcos castellanos para mantener la línea de flotación en un nivel constante. Así trataban de engañar a los piratas y corsarios para que no supieran cuándo iban cargados de riquezas. Los que se iban quedando allí se utilizaban para pavimentar las calles.
Si embargo, los adoquines del Otro San Juan estuvieron llegando durante los siglos posteriores a la muerte del último bohíque taíno, el Yaucore Chibí, que según cuentan algunas ancianas de la Perla, durante miles de años fecundó a su hermana y madre, Ataveira, a escondidas de los dioses. La leyenda dice que los españoles fueron el castigo que recibió de aquellos el Yaucore Chibí por haberles ocultado la relación incestuosa; y que los adoquines del Otro San Juan son los hijos del chamán y Ataveira, que pudieron haber nacido humanos si Chibí no hubiera muerto de influenza.
Los científicos aún no han podido determinar la procedencia de las cualidades humanas de nuestros adoquines. Unos las achacan a su génesis mitológica. Otros, a los experimentos que realizó un organismo secreto. En enero de 1974 los adoquines del Otro San Juan comenzaron a hablar a los transeuntes. En 1992 se firmó la Carta de Calles del Otro San Juan, que reconocía a los adoquines su desempeño en la capital desde su llegada y que ha venido regulando hasta ahora la relación laboral de éstos con el Municipio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario