jueves, 19 de agosto de 2010

Lolita Lebrón

Lolita Lebrón abogó por la lucha por la independencia sin violencia en una de sus últimas entrevistas


Por Iñaki Estívaliz/Inter News Service
San Juan, 1 ago (INS).- La líder nacionalista Lolita Lebrón, quien murió hoy a los 89 años de edad y que cumplió 25 años de prisión por participar en un asalto al Congreso de los EEUU en 1954, mantuvo hasta sus últimos años de vida la esperanza de ver a Puerto Rico independiente, pero usando un mensaje de rechazo a la violencia.

En una de las últimas entrevistas que concedió, el 22 de septiembre de 2006, Lebrón apostó porque los independentistas conmemorarían de forma “ordenada y sin violencia” al día siguiente la significativa fecha conocida como el Grito de Lares, que aquel año coincidía con el primer aniversario de la muerte a manos del Negociado Federal de Investigaciones (FBI) de Filiberto Ojeda Ríos, comandante del Ejército Popular Boricua-Macheteros.

La única mujer entre los cuatro independentistas que el 1 de marzo de 1954 irrumpieron a tiros en el Congreso de Estados Unidos e hirieron de bala a tres legisladores aseguró entonces que “mañana vamos como somos, gente decente, ordenada y que no quiere la violencia. La colonia es la violencia”.

En el Grito de Lares se conmemora el levantamiento armado contra España en 1868 y el año 2005, durante la celebración, agentes del FBI atacaron la residencia clandestina en Hormigueros del izquierdista Ojeda Ríos, de 72 años y uno de 10 los fugitivos más buscados por EEUU hasta entonces. “Nosotros vamos a cumplir con nuestro deber y a renovar nuestros votos por la liberación nacional del pueblo de Puerto Rico”, insistió la nacionalista en su casa de Guaynabo, donde colgaban fotografías suyas de su juventud, en la que exhibía una belleza arrebatadora de actriz de cine.

En una de las habitaciones había levantado una especie de santuario católico donde todos los días oraba por la juventud puertorriqueña. “Nuestra estrategia liberadora es una estrategia de paz”, aseguró Lebrón, quien cumplió en prisión “25 años, seis meses y nueve días” hasta que fue indultada en 1979 junto a Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero por el presidente Jimmy Carter como secuela de una intensa campaña internacional.

La nacionalista puertorriqueña indicó que en Lares “se forjó la cuna de nuestra patria” y dijo que ciertas “visitas” del FBI a casas de independentistas y el “asesinato” de Ojeda Ríos tuvieron la intención de “meterle más miedo al pueblo, pero los que somos fieles a la causa estaremos allí”. “No soy una revolucionaria de ir a matar a nadie, yo creo en la paz, yo creo que podemos hacernos libres y que nos vamos a hacer libres sin necesidad de hacer una revolución armada”, subrayó.

“No estamos arrepentidos (de los actos armados), estamos contentos, pero desde mi perspectiva, creo que no debemos ahora hacer esa estrategia sino tener otra para el momento que vivimos ahora en el siglo XXI”, añadió. Defendió el derecho de soberanía de todos los pueblos y que “la colonia está ya en agonía”, pues el gobierno local, entonces con Aníbal Acevedo Vilá como gobernador, está “entregado a un imperio” mientras crecen “la corrupción y el desorden”.

Que se sepa hasta el momento, Lebrón no pudo cumplir uno de sus últimos sueños, que le dio energías y fuerza para sobrevivir sus últimos años: hacer público un libro en el que había escrito las “revelaciones” que Dios le habría hecho en la cárcel y en el que, entre otras cosas, le pretendía explicar al ex presidente de EEUU, George W. Bush, “lo que es terrorismo”. “La violencia hay que borrarla de la faz de la tierra… toda, la institucionalizada y todas las demás. No es que yo no tire una piedra, yo no debo tirar la piedra, pero nadie debe tirar en absoluto nada contra nadie”, pensaba.

Criticó que en el último informe de la Casa Blanca sobre el estatus político de Puerto Rico se afirmara que EEUU puede ceder la isla a cualquier otro país “como si fuéramos cerdos”, lo que supone un abuso a la dignidad: “nadie nos puede entregar a nosotros a nadie”. Su fe le sirvió para sobrevivir a la pérdida de “todos mis hijos”: “a un mes del asalto al Congreso murió ahogado mi hijo de once años y mi madre murió desgarrada”.

Lebrón concedió en exclusiva aquella entrevista a cambio de que se mencionara su “agradecimiento eterno” al grupo de unas cuarenta “madrecitas” que la cuidaron durante su recuperación de un ataque al corazón y una embolia pulmonar, a Brunilda García y al Hospital El Maestro de Hato Rey, entre otros.

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